domingo, 7 de febrero de 2010

El Valor de una Moneda

Cuando desperté eran las seis de la mañana, y me encontraba retrasado con respecto al cronograma inicial el cual indicaba que debía estar abriendo los ojos hora y media antes, me levante rápido de la cama, entre al baño y demore justo lo necesario para el aseo personal. Estábamos en invierno y el frio fuera del hotel era fuerte, así que me abrigue bien con pantalón grueso, franela, chaqueta y un sobretodo que no recordaba tenerlo, toda mi ropa era oscura y antes de salir me puse un pasamontañas negro con el logotipo del equipo de futbol local el cual me había regalado la gerencia cuando me registraba, pensé que seria agradable para ellos que me vieran con el.

El brusco cambio de temperatura al salir de mi hotel lo sentí enseguida y empecé a caminar con la cabeza abajo y mis manos dentro de los bolsillos, era domingo y amanecía así que las calles aparte de estar frías también lucían desiertas, yo caminaba con velocidad para tratar de mantener el cuerpo caliente hasta que en una esquina me conseguí a un hombre que trate de ignorar pero me tomo por el hombro y me hablo, se notaba que se encontraba en estado de ebriedad , parecía un indigente pero sus zapatos italianos me indicaban los contrario, me dijo que había pasado toda la madrugada tomando Tuica un licor tradicional de los Balcanes, su aliento era fuerte y desagradable, la única razón por la cual accedí a escucharle es porque parto del principio de que todos merecen ser oídos aunque sea brevemente, y este sujeto al final de la conversación me pidió algo de dinero, unas monedas para poder comprar otra botella del cálido licor, yo sabia que cargaba conmigo solo mi pasaporte porque había dejado todo el dinero en el hotel pero aun así actué un poco tratando de buscar algo en mis bolsillos pensando que no encontraría nada y para mi sorpresa habían unas monedas en el sobretodo las cuales se las di para contribuir en su vicio.

Había perdido tiempo en aquella inesperada parada para hablar con ese hombre, y ahora caminaba mucho mas rápido, aun estaba oscuro, había niebla y la temperatura estaba cada vez mas baja, pero aun con la falta de visibilidad pude leer claramente el letrero que había en la entrada del lugar al que me dirigía, decía: BELLU, el lugar estaba rodeado de arboles y tumbas con mas de cien años de antigüedad, pues desde hacia mucho tiempo había sido el cementerio preferido de la burguesía, camine y camine con las manos en los bolsillos pensando en los seres que dormían bajo aquellas tierras, en cristianos y judíos perseguidos por los fascistas en la segunda guerra, en los muchos ricos que desde su juventud ya pensaban en la muerte y habían comprado con antelación su espacio en aquel “club”, pues ellos no iban a esperar el día del juicio junto con los pobres. Eso me hizo caer en el pensamiento de que quizás ellos había sido precavidos y no egocéntricos al quitarle esa responsabilidad a sus familiares de buscarle un lugar donde ponerlos a descansar eternamente, pero recordé que quien piensa en la muerte estando vivo realmente ya esta muerto, y con ese pensamiento continúe caminando y caminando, hasta que llegue al lugar donde ella se encontraba y para mi sorpresa había una mujer viva sobre su tumba.

Me acerque a ella y dijo que era hija de uno de los hombres que cuidaba el cementerio, pero que este se encontraba enfermo, y que durante los inviernos se ausentaba porque no soportaba el frio, así que ella lo estaba suplantando provisionalmente, comento que era madre soltera, vestía de una forma que me permito darme cuenta de que su condición económica no era muy buena, me dijo que era extraño ver a personas por esa zona del lugar pues allí se encontraban personas que hacia mucho tiempo que habían muerto y sus familiares ya se habían olvidado de ellos o incluso los acompañaban en el mas allá, mostré una leve sonrisa apenada y empecé a hablar con ella durante unos minutos hasta que dije mi lugar de procedencia y se sorprendió mucho, fue una sincera sorpresa, en eso llego el conocido momento incomodo donde ninguno de los dos supo que decir, hasta que ella me manifestó que se iría para dejarme solo con la mujer bajo tierra, pero antes me dijo que si podía colaborar con ella, si tenia algunas monedas para darle, pues su trabajo no era remunerado y el dinero que ganaba su padre lo gastaba en medicinas y en un poco comida, instintivamente me lleve las manos a los bolsillos sin recordar lo que antes había hecho, y sentí una puñalada en el corazón al darme cuenta de que las únicas monedas que llevaba conmigo se las había dado a un alcohólico de oficio y ahora que esta mujer las necesitaba por una buena causa no tenia ninguna, ella lo noto y dijo que no había problema, me deseo suerte y me lanzo una mirada tierna, y a la vez compasiva, me di cuenta de lo hermosa que era esa mujer, yo apenado no supe que decir y mientras se alejaba me di vuelta y baje mi mirada hacia la pequeña edificación cubierta de mármol que tenia escrito el nombre de aquella persona quien tantas veces me dijo que nunca olvidara el valor de una moneda.

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